El primer anuncio sobre depilación femenina apareció en la revista Harper’s Bazaar en mayo de 1915, sin embargo la depilación existe desde hace siglos. Egipcios, griegos y romanos tenían por costumbre depilarse, eso sí, con técnicas mucho más dolorosas y mucho menos duraderas. La era de la tecnología juega a nuestro favor.
Hay muchas zonas que preferimos tener libres de vello. En ocasiones esto nos preocupa tanto que condiciona nuestras actividades cotidianas: ir al gimnasio o a la playa, elegir un determinado vestido… El vello corporal puede ser fuente de malestar e inquietud tanto para mujeres como para hombres.
Actualmente contamos con tratamientos tan avanzados como la depilación láser, un método que comenzó a utilizarse en 1996 que ya cuenta con una larga trayectoria y una eficacia y seguridad ampliamente demostradas.
La necesidad de encontrar de forma rápida un método no invasivo para la depilación ha conducido al desarrollo de aparatos que, sirviéndose de diferentes fuentes de luz, destruyen el folículo piloso respetando las estructuras adyacentes como el Láser Alejandrita, Diodo, Soprano, Neodimio-Yag y Rubí.
Todos somos distintos. Esto casi siempre es una gran noticia, pero también significa que no existe un láser ideal para todos. Debemos considerar cada piel con sus circunstancias, tipo de pelo, zona a tratar, color… El tratamiento debe ser personalizado para garantizar unos resultados óptimos.
Las expectativas de cada paciente son distintas y las respuestas al tratamiento también. Muchas veces depende de características individuales (color de pelo y de piel ) y otras de la adecuada elección del láser, la energía aplicada y la forma en que se aplica.
Las complicaciones son infrecuentes y el láser tiene muy pocas contraindicaciones. Por lo tanto, debe tenerse en cuenta que no todos los centros de depilación son iguales. La decisión sobre a cuál acudir es importante y merece un tiempo de reflexión.