Los casos de piel reactiva o sensible van aumentando en los últimos años. Esto puede ser debido a las condiciones medioambientales o a los productos cosméticos utilizados en países desarrollados, que es donde más casos de este tipo se presentan. Se caracteriza por mostrar hipersensibilidad en la piel, dando como resultado epidermis secas, con rojeces y picores.
Existen multitud de consejos para tratar este problema, pero lo preferible es hallar un tratamiento que logre un confort inmediato y que termine con la incomodidad para quienes la sufren.
Signos que delatan una piel reactiva
Este tipo de piel, caracterizada por su sensibilidad hacia factores externos e internos, no reacciona de la misma manera que una epidermis sana. Quienes padecen de esta forma reactiva presentan ciertas particularidades:
- Picor y/o sensación de calor en la cara, muchas veces propiciados por el efecto del sol. Este es el peor aliado de la piel sensible, debido a que seca fácilmente, provocando tirantez y llegando a deshidratarla.
- Las rojeces son también muy características. Pueden aparecer en las mejillas, el mentón e, incluso, en el pecho. Son debidas a la corriente sanguínea y a veces aparecen por situaciones de estrés, por el calor o tras la ingesta de comidas muy calientes o picantes. La rojez, con el tiempo, puede llegar a ser crónica.
- Mostrar el síntoma de sequedad es común ante climas muy cambiantes. El frío y el calor provocan que la piel pierda hidratación y se muestre más rasposa. Del mismo modo, los cosméticos y la contaminación de las grandes ciudades también llegan a maltratarla.
- El ardor es un grado más allá del calor que pueden sentir este tipo de pieles. El ardor tiene como consecuencia la irritación, pudiendo haber sido ocasionada por el uso de productos de limpieza o jabones corporales. El contacto con químicos y conservantes que contienen muchos productos dan como resultado, muchas veces, este síntoma difícil de sobrellevar.
¿Cómo cuidar una piel reactiva?
Una piel sensible o reactiva también suele ser producto de la herencia genética. Aunque es complicado anticipar su diagnóstico, este es perceptible desde los primeros síntomas. El paciente debe conocer su evolución y saber cómo actuar ante algunas reacciones, que pueden convertirse en crónicas si no se llevan a cabo las medidas adecuadas, muchas de ellas preventivas.
Algunos consejos que se pueden llevar a cabo para mantener el cuidado en este tipo de pieles:
- Aplicar una exfoliación suave para mantener la máxima higiene. Para ello, es importante no utilizar cualquier jabón, sino uno hipoalergénico.
- Es importante la hidratación para acabar con la sequedad y el aspecto deteriorado que puede llegar a presentar este tipo de pieles. Por eso, una crema adecuada, creada a base de ingredientes naturales, será una buena solución.
- El uso de maquillaje sin conservantes ni parabenos. Tampoco debe contener perfume, para evitar así la sequedad de la epidermis.
- Una dieta rica en vitaminas y minerales. Aumentar la ingesta de frutas y verduras también ayuda a hidratarse por dentro, reflejándose esto en la epidermis.
- Las duchas deberán ser con agua templada, aunque sea invierno, ya que el agua muy caliente afecta notoriamente la piel, produciendo rojeces, calor, y ardor. Si no se usa el jabón adecuado, apto para pieles sensibles, pueden incrementarse los efectos nocivos.
Confort inmediato para tu piel
Por otra parte, existen tratamientos que dan una solución instantánea a este problema, como los empleados en las clínicas estéticas, en concreto el método Aquatherm Skeyndor.
Esta técnica aplicada ante pieles sensibles consigue otorgar un efecto de bienestar inmediato, hidratándolas y devolviéndoles la suavidad necesaria de la que carecen.
Puede que solo se requiera una sesión, aunque esto dependerá de de múltiples factores que el especialista deberá sopesar. Cada sesión tiene una duración de cuarenta minutos, y presenta como base la aplicación de agua termal rica en sales, además de un concentrado de componentes beneficiosos para la epidermis. Previamente, esta es tratada mediante una dermo-limpieza, para después exfoliarse y aplicarle un producto específico anti-rojeces. De nuevo, se aplica la solución termal, para culminar con la mascarilla reequilibrante de O2.
Después de unos 20 minutos, y con la ayuda de un agua termal, se retira la mascarilla. El paciente notará su rostro hidratado y con una textura más elástica e, incluso, rejuvenecida. Además, debido a los principios activos aplicados, los capilares de la piel se refuerzan protegiéndolos así de cambios extremos medioambientales.
Cuando se sufren los efectos característicos de una piel reactiva, son muchas las inquietudes que surgen entre quienes la padecen. La aplicación de productos naturales no siempre consigue apaciguar las molestias, por eso se debe buscar a un especialista que será la persona indicada en recomendar el tratamiento idóneo a cada paciente.